Mercado de La Lagunilla, más de un siglo de tradición

Un vistazo al mercado de “pulgas” más conocido de México

El Mercado de La Lagunilla se fundó en 1905, heredando la tradición de la gente que busca “chacharear”  o comprar barato. Tenderete, baratillo o mercado de pulgas son otras palabras para nombrarlo. Por Jorge Lara Tovar

“¿Qué busca, marchante?” pregunta el vendedor mientras acomoda un uniforme que perteneció a un soldado del ejército norteamericano que invadió México en 1847, o al menos así lo parece y así lo ofrece a un grupo de turistas que han estado preguntando por un casco y una serie de objetos militares que pertenecieron a los soldados alemanes que participaron en la Segunda Guerra Mundial.

Es el Mercado de la Lagunilla, el mercado de “pulgas” (curiosidades y antigüedades) más conocido de México. Donde se puede conseguir lo más inimaginable, desde un original de Rufino Tamayo hasta un radio de galena, pasando por la colección de los Clásicos Ilustrados Infantiles, La Familia Burrón y Los Supersabios, tres comics que acompañaron a las generaciones de niños mexicanos durante las décadas de los años 50 y 60 del siglo XX.

El mercado se inauguró el 14 de septiembre de 1905 y desde entonces ofrecía a los vecinos ropa, telas, frutas, legumbres, garnachas y platillos populares y caseros, así como “varios”, siendo estos últimos los que poco a poco le darían la fama que hoy tiene y que después se extendería hacia el colindante barrio de Tepito. No faltan los cronistas capitalinos que aseguran fue construido para suplir el antiguo mercado de El Baratillo a un costado del Palacio Nacional, a donde acudía la gente a comprar “barato”.

Y no sólo se compra barato, sino que se puede conseguir casi todo, incluyendo vestidos de novia que se siguen confeccionando en los talleres ubicados en las cientos de vecindades del barrio: Si ya se casó, puede conseguir los muebles para la casa que salen de las mueblerías en su mayoría propiedad de los descendientes de los antiguos españoles que habitaron el barrio desde que Hernán Cortés dividió la capital azteca y cuando todavía existía un pequeño brazo de agua de la gran laguna. De ahí el nombre de Lagunilla.

“Además somos el primer ejemplo de que aquí sí pueden vivir en paz sirios, libaneses, árabes y judíos”, asegura orgulloso Raymundo Sánchez, mexicano de pura cepa. Vendedores natos todos que han contribuido con la compra-venta de cuadros, de muebles antiguos, de joyas reales y de fantasía, de cubiertos de plata con filos dorados, de fonógrafos funcionando, de moviolas, de cámaras de fotografía Zeiss Ikon o Reflex, de las “piezas con las que construyó la primera cámara de video Vladimir kozmich Zvorykin en 1923” y muestran unos largos tubos electrónicos que se encienden y apagan.

Los comerciantes no sólo ofrecen sus chácharas sino también ofrecen una sabrosa plática que les permite defender el costo estimado de sus productos. Hanz Müller asegura que su paisano Franz Meyer no trajo todas las piezas de su colección de Europa sino que las compró a los primeros comerciantes del mercado y con ellas no sólo se hizo más rico sino que las legó para abrir el museo que lleva su nombre. “Allá son piezas de museo, aquí son mercancía de mercado de pulgas”, asegura Müller.

Y es que ese nombre reciben en Europa los mercados donde se venden chácharas y antigüedades, cuando los concejales de París buscaron la forma de que los ropavejeros o traperos dejaran su peregrinar por las calles y abrieron en el barrio de Saint Ouen el Mercado de Pulgas en 1885. Es otra forma de hermanar a los pueblos y este mercado con toda su tradición popular se codea en prestigio con otros mercados del mundo. Por supuesto que también están orgullosos de Rodolfo “El Chango” Casanova y de Luís Villanueva “Kid Azteca”, dos ídolos del ring que contribuyeron a darle lustre al barrio.

“¿Qué busca marchante?”.