El oro de los mexicas

La expansión militar de los mexicas no sólo fue para surtirse de materias primas sino para hacerse del oro que existía en territorios habitados por otros grupos en Mesoamérica, incluyendo Centroamérica. Por Jorge Lara Tovar.

“El oro fue un material muy apreciado entre los pueblos mesoamericanos. Entre los mexicas era considerado de origen divino, lo llamaban coztic teocuitlatl que literalmente significa excremento divino de color amarillo. Su búsqueda motivo la mayor parte de su expansión militar con la cual también se lograba el acopio de materias primas”, señala el arqueólogo Óscar Moisés Torres Montúfar,

El investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en su libro “Los señores del oro. Producción, circulación y consumo de oro entre los mexicas”, en el que da a conocer el papel que jugó el metal dorado en la economía de la sociedad mesoamericana, los lugares de extracción y los canales de distribución, así como la interpretación ideológica que jugó el metal precioso que era utilizado por el Gran Señor o Huey Tlatoani en turno quien mostraba su estatus llevando una diadema de oro, símbolo de su nobleza y jerarquía, así como narigueras, orejeras, brazaletes y colgantes de oro, piedras preciosas y plumas de aves exóticas.

Torres Montúfar señala: “La expansión militar fortaleció la capacidad de México-Tenochtitlan para adquirir este metal y piezas de y con oro, al igual que otras materias primas; el pueblo mexica adquirió una posición hegemónica y pasó a ser el centro de gravedad donde convergían tributos, mercancías, regalos, premios, botines de guerra o cualquier otro tipo de bienes áureos”.

Con esta investigación, el arqueólogo obtuvo el Premio INAH 2015. Para realizarla revisó códices nahuas, crónicas de los conquistadores, escritos de frailes y funcionarios de la Corona, y en los seis inventarios coloniales donde se consignan las piezas que fueron enviadas por los conquistadores a España, principalmente en las menciones que hacen la Matrícula de Tributos, el Códice Mendocino, el Códice Azoyú y las relaciones geográficas del siglo XVI.

Los principales centros de extracción se encontraban en las sierras de Oaxaca, Guerrero y Chiapas, donde los habitantes llegaban a la orilla de los ríos y agitaban las aguas con una batea para lograr que el oro con menor densidad que la arena flotara. A través del dominio militar, los mexicas exigían el pago de un tributo compuesto por oro, materias primas, plumas preciosas de aves exóticas y telas de algodón. Estos objetos preciosos se distribuían entre la élite gobernante.

“Otro forma de obtener el oro fue la red de pochtecas o comerciantes viajeros, quienes visitaban diversos mercados donde cambiaban hachas de cobre por el metal precioso. Los mercados más importantes fueron los de Coixtlahuaca (Oaxaca) y Tepeaca (Puebla). Al llegar el oro a México-Tenochtitlan se llevaba a los mercaderes de Tlatelolco especializados en el comercio de este metal quienes tenían que cumplir con una estricta regulación que impedía que cualquiera pudiera adquirir los objetos confeccionados con este metal”, agrega el investigador.

La investigación no permite ubicar el lugar donde se ubicaban los talleres de los antiguos orfebres mexicas aunque especula que pudo haber sido en el barrio de Yopico, ubicado hacia lo que hoy son las calles de Balderas y Arcos de Belén, lo que sí se sabe es que los artesanos que trabajaban el metal transmitían “los saberes de su oficio de generación en generación y nadie más tenía derecho de fabricar objetos de este material, y muchos de ellos vivieron en la casa de las aves, a un lado del Templo Mayor”, precisa Torres Montúfar.