El ojo del acocil: de la cocina náhuatl a las lentes que detectan rayos X

Investigadores mexicanos descubren cualidades en los ojos de los acociles que son aprovechadas en universidades de los Estados Unidos para incorporarlos a telescopios y detectar rayos X en el ambiente. Por Alejandra Álvarez.

Los acociles son pequeños crustáceos originarios de la parte central y sur de México, se les encuentra en lagos, lagunas y arroyos de Nuevo León, Chihuahua Coahuila, Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Morelos, Tlaxcala, Puebla, Distrito Federal y Estado de México  y formaban parte de la gastronomía de Mesoamérica que los consumía de diversas maneras y, de acuerdo a sus atributos nutritivos, son una fuente de proteínas.

“Pero no sólo son nutritivos, sino que de su estudio taxonómico se desprende que sus ojos son capaces de detectar las radiaciones electromagnéticas que existen en el medio ambiente, esas radiaciones invisibles para el ojo humano que atraviesan los cuerpos opacos y con las cuales se pueden lograr impresiones del interior del cuerpo. Comúnmente se llaman rayos X”, señala el doctor Fidel Ramón Romero, investigador del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la UNAM, quién desde el año 2016 colabora con investigadores de la Universidad de Arizona para construir el primer telescopio en su tipo se pueda enviar al espacio,

Los mexicas acostumbraban tomar los acociles como alimento en las ceremonias de su decimoctavo mes del año, el izcalli. Preparaba un guiso llamado chalmulli y lo  acompañaban con tamales. El acocil puede encontrarse en muchas partes de México, la mayor diversidad de acociles está registrada en Puebla y Veracruz. Es un manjar que se puede disfrutar en Pátzcuaro y Zempoala. En la Ciudad de México los venden en los mercados Hidalgo, Xochimilco y Tulyehualco.

El doctor Ramón Romero publicó el trabajo “El ojo del acocil como modelo del telescopio espacial”, donde detalla que los ojos de los acociles son diferentes a los del resto de los crustáceos, están formados por una córnea y por omitidos, unas estructuras alargadas y numerosas, cada una de ellas cuenta con una córnea, lo que forma una estructura fotosensible que, conectada a su sistema nervoso, le permite detectar los rayos X.

El conocimiento de los principios físicos del funcionamiento de los ojos de los acociles se alcanzó hasta mediados de la década de los setenta del siglo XX. Se sabe que los ojos de superposición permiten la visión en condiciones de luz limitada, para ello tienen un pigmento entre los omatidios y dependiendo de si hay poca o mucha luz, estos pigmentos oscuros se mueven para dejar o evitar que la luz pase. Los investigadores han identificado tres tipos de ojos de superposición que usan diferentes arreglos ópticos para enfocar los rayos de luz. El mecanismo que permite la visión de los ojos de superposición en esos crustáceos es por reflexión.

El conocimiento de este principio ha sido retomado por investigadores en desarrollos ópticos de las Universidades de Arizona y Wisconsin, quienes han desarrollado lentes  que conectados a un sistema electrónico permiten construir telescopios de rayos X y lentes que permiten mejorar la visión del ojo humano, al permitirle ver con condiciones mínimas de luz. Los investigadores de la Universidad de Wisconsin ya desarrollaron lentes siguiendo los lineamientos de este modelo y ya están a la venta. Tal vez los lentes que usas se diseñaron siguiendo la estructura de los ojos del acocil.