La historia de un pueblo escrita sobre piedra y cantera
Por Natalia Lara

El templo y convento de la Santa Cruz en Querétaro fueron construidos en la Loma del Sangremal, lugar donde españoles y chichimecas libraron la batalla que fundo esta ciudad en 1531.
Todas las ciudades del mundo tienen rincones que son su verdadero corazón, algunas ocasiones el visitante logra llegar a ellos y regresa a su lugar de origen con los sentidos llenos de los colores, los olores, los sabores y los sonidos de aquella tierra. En el centro histórico de Querétaro, apenas a unas cuadras de su Plaza de Armas, subiendo por la calle de Independencia, en la vieja loma del Sangremal, se encuentran el templo y el convento de la Santa Cruz.
Aquí se libró la mítica batalla que en 1531 fue el pretexto para que los españoles tomaran el control de la región; cuenta la leyenda que aquí sucedió la milagrosa aparición del apóstol Santiago. Cuando los peninsulares estaban casi vencidos por los chichimecas, se oscureció el sol, se asomaron las estrellas y en lo alto del cielo se proyectó una impresionante cruz de fuego ante la cual los naturales rindieron sus armas.
¿Qué pudo haber ocurrido en realidad? No hay más testimonios, pero para no olvidar el acontecimiento, los franciscanos colocaron una cruz semejante a la que vieron los indígenas, más tarde construyeron una ermita, luego una pequeña Capilla y, a mediados del siglo XVII, en cantera y piedra se construyó el convento de Recolección de San Buenaventura que años después cambia su nombre original por el Primer Colegio de Propaganda FIDE en América y comienza a funcionar el 15 de agosto de 1683.
Los viejos cronistas españoles consignaron la importancia del lugar: “…ha más de ochenta años que la devoción de los fieles así españoles como indios, conmovidos de algunos milagros patentes que vieron en una Santa Cruz que estaba en un humilladero, puesta y colocada allí por religiosos de la orden de San Francisco cuando se pacificó aquella tierra. Es el santuario de más devoción de aquel reino”.
Al día de hoy, el lugar está siempre lleno de gente, la de fuera que desea conocer el árbol milagroso con espinas en forma de cruz y la del propio barrio que acude a celebrar bodas, bautizos, comuniones o simplemente a pedirle a la Cruz un milagro personal y la salud. Al entrar y recorrer sus pasillos se llega hasta el mismo lugar donde una de tantas veces, al regresar cansado de sus largas caminatas misioneras, Fray Margil de Jesús clavó su bastón, lo olvidó y meses después al buscarlo encontró el árbol de las espinas en cruz. Hoy en día puede llevarlas como recuerdo de que usted estuvo aquí.
Si las canteras hablaran nos contaría que, en 1810, al otro lado del convento, se tuvo prisionero al Corregidor Miguel Domínguez junto con algunos de los conspiradores por la Independencia y que en 1821 sus salones fueron testigos de la capitulación española ante el Ejercito Trigarante, dando por terminada la dominación española.
Fue cuartel de las tropas norteamericanas durante la invasión de 1848, fue residencia y cárcel para Maximiliano y quedó prácticamente en ruinas cuando las tropas juaristas acabaron con los sueños del Segundo Imperio. Pero por fortuna sigue en pie y uno puede llegar hasta “El Patio de Aguas” donde se encuentran las pilas y llegan los desagües para el almacenamiento del agua de lluvia.
Saliendo del convento puede sentarse a disfrutar de la sombra, de los antojitos queretanos y, como escribió Jorge Luis Borges, puede contemplar los atardeceres más bellos del mundo.
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