Apuntes al vuelo: Memoria del corazón/ Black Power

Por Jorge Lara Tovar

Mucha gente piensa que el deporte, la conciencia social y el desarrollo cultural son incompatibles. “Los deportistas no saben de cultura”. “Los artistas no hacen deporte”. “Deportistas y artistas no están interesados en lo que pasa a su alrededor”.

1968 fue un año que acabó con muchas concepciones equivocadas. Sobre todo, acabó con la idea de que a los jóvenes no les importaba lo que sucedía en el mundo que habitaban, que no se daban cuenta de la pobreza, la desigualdad social, la falta de oportunidades, la corrupción social y política, el autoritarismo, la injusticia.

Algunos investigadores sociales hablan de ese año como una oleada que sacudió conciencias en todo el mundo: los jóvenes en Berlín se preguntaban qué hacían ex funcionarios nazis en el gobierno alemán, en Praga pedían un socialismo de rostro humano, en París respaldaron la huelga más grande en la historia del movimiento obrero internacional, en Estados Unidos protestaban contra la guerra de Vietnam y se oponían a la segregación racial, en Cuba se vivía la revolución, en Uruguay se cuestiona el “liberalismo conservador” y los planes de estudio, en Argentina se cuestiona el modelo corporativo estatal de las universidades, en México un enfrentamiento escolar reprimido por la policía revela un estado dictatorial y una sociedad cerrada, ni para qué hablar de igual de género.

Prácticamente todas estas manifestaciones fueron reprimidas, en la mayoría de sus países, el recuento de los muertos ha sido imposible y los archivos o se destruyeron o se siguen guardando celosamente.

No obstante, el dolor, o quizá para olvidarlo de alguna manera, la juventud de 112 países acudió a Los Juegos Olímpicos que en ese octubre de 1968 tuvo como sede a México. Muchas hazañas deportivas se realizaron, se rompieron 66 marcas olímpicas, México ganó tres medallas de oro, tres de plata y tres de bronce, hay imágenes imposibles de borrar como la de John Carlos y Tommie Smith en el podio, descalzos, levantando sus puños en apoyo al “black power”.

Fue el 16 de octubre de 1968, durante la premiación de la carrera de atletismo de 200 metros planos. Sonaron las fanfarrias y los ganadores de las medallas caminaron hacia el podio. Para Estados Unidos, oro y bronce, John Carlos y Tommie Smith, para Australia, la plata, Peter Norman.

Momentos antes, los estadounidenses le comentaron a Norman su intención de protestar por la falta de respeto a los derechos civiles que se vivía en los Estados Unidos, pensaban levantar los puños con guantes negros durante el toque de su himno nacional. Norman no puso ninguna objeción. Subieron al podio y ahí los velocistas de Estados Unidos se percataron que sólo llevaban un par de guantes. Norman les propuso que cada uno usara un guante y por eso el puño levantado de uno fue el derecho, el del otro fue el izquierdo y Norman colocó en su pecho un escudo de apoyo.

La imagen recorrió el mundo. Al regresar a sus países, los tres atletas fueron expulsados de sus federaciones “deportivas” y no tuvieron oportunidad de participar en otros Juegos Olímpicos. Pero John Carlos y Tommie Smith, encabezaron en su patria el proyecto olímpico por los derechos humanos y en el 2016 la San Jose State University, en California, colocó una estatua de los tres atletas para recordar su hazaña.

Peter Norman, por su parte, ni siquiera fue invitado por los organizadores de los Juegos Olímpicos de Sídney 2000, donde las autoridades deportivas australianas invitaron a todos sus atletas ganadores de medallas. ​

Norman murió de un ataque al corazón el 3 de octubre de 2006 en Melbourne, a la edad de 64 años. La memoria del corazón, de quienes compartieron sus sueños y convicciones, llevó a John Carlos y Tommie Smith a volar a hasta Australia y pedir, como compañeros de podio, ser portadores del féretro en el funeral de Norman mientras una banda interpretaba «Carros de fuego».