Enmarcado en la actividad de descubrimiento y divulgación de la ciencia, el Universum cumple 30 años de ser una herramienta para el desarrollo y creación de nuestra identidad cultural. Por Agnes Grünstein L.

Era una fría mañana de diciembre del año 1992. Aquel sábado subí al metro en la estación Hidalgo para ir a la Ciudad Universitaria a practicar en la fosa de clavados. Dos estaciones adelante, en Balderas, subió un grupo de cinco personas con acento extranjero preguntando si está línea les dejaba cerca del Universum. La mayoría de quienes les escuchamos nos quedamos con un gesto de interrogación en la cara cuando una chica se acercó y les dijo: “Yo voy para allá”.
Los entusiastas turistas sonrieron y le soltaron toda clase de preguntas sobre un mariposario, sobre las plantas medicinales, sobre el planetario, sobre el Golem y más. Ella parecía tener respuesta para todo, les contó que este iba a ser un museo interactivo, un museo dónde la gente podría viajar al interior del cerebro y hasta la estrella más lejana conocida en nuestro universo. Después de escuchar lo que les contó me olvide de mi partido, baje con ellos y los seguí hasta aquel coloso que se levantaba en el sur de la Ciudad Universitaria.
Aquella mañana el Museo de las Ciencias de la UNAM, el Universum, se preparaba para abrir su puertas por vez primera y este julio de 2022 se prepara para festejar sus 30 años de vida. Los festejos dieron inicio el pasado 25 de junio con la exposición “Historias Naturales: 400 años de Ilustración Científica”, montada en colaboración con el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York. Si en 1992 muchos mexicanos quedamos impresionados al encontrarnos con un museo que nos permitía tocar y que tenía personal que respondía preguntas y contaba historias que parecían inventadas sobre el agua como “fuente de vida”, la inteligencia artificial, la salud, la sexualidad, ahora quedaremos impresionados al descubrir que grandes pintores han contribuido también a ilustrar el estado de la ciencia en distintos campos del conocimiento.
¿Qué te parecería encontrarte con el grabado del famoso rinoceronte de Durero, pintado en 1515, podrás ver en cuadros de gran formato los sinfonóforos que Ernst Haeckel, un destacado evolucionista, observó a través de la lente de un microscopio casi al final del siglo XIX, imágenes en las que plasmó su bizarra diversidad? Y por si fuera poco, alrededor de la muestra y para satisfacer toda clase de preguntas que se te puedan ocurrir, tendrás la posibilidad de participar en talleres, demostraciones y charlas con especialistas.
La museóloga Alejandra Castellanos Quiazua, gerente de Exposiciones Itinerantes del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, nos dice: “A partir del siglo XVI, la ilustración fue esencial para la investigación científica y para difundir los hallazgos del mundo natural entre los científicos y el público en general, las diferentes técnicas de impresión, como el grabado y la litografía, demostraron su eficacia para difundir hallazgos del ámbito natural y cultural a audiencias cada vez mayores. Hoy los científicos usan diferentes tecnologías en la captura de imágenes para realizar investigaciones: fotografía infrarroja, tomografías computarizadas, escáneres y otros más. Sin embargo, todavía es crucial la labor de la ilustración científica”.
Para mayor información sobre las actividades consulta la página electrónica de Universum: https://www.universum.unam.mx/