
El 29 de junio de 2022, Pedro Linares López, el creador de los alebrijes habría cumplido 116 años. Su talento e imaginación le han valido que Google le dedique varios doodles. Por Lili Lejeune.
Son unas criaturas fruto de un viaje al más allá. Burros con alas de mariposa, gallos con cuernos de toro, leones con cabeza de águila y muchos más. Podría pensarse que sólo el genio de un Salvador Dalí o una Remedios Varo podrían ser capaces de imaginar seres de esta naturaleza, pero su creador reconocido fue un habitante del antiguo barrio capitalino de la Merced: don Pedro Julio Linares López.
Les llamo alebrijes, porque según él, este era el nombre que gritaban las raras criaturas durante los días que estuvo enfermo, casi al borde de la muerte: “…yo no conocía a estas criaturas de forma satánica y carne como de hule transparente que brincaban entre la niebla de mis delirios y gritaban y aullaban como lobos mirando a la luna”

Hijo de un zapatero del estado de México que en sus ratos de ocio fabricaba caballitos, máscaras y piñatas de cartón, Linares aprendió el oficio de cartonero en la infancia. Tal vez el crecer rodeado de judas y diablos le llevo en 1930, cuando tenía 23 años, a vivir las fabulosas experiencias que le permitieron producir una gran variedad de espeluznantes alebrijes.
A pesar de trabajar entre judas y diablos, don Julio era un hombre afable que no tenía empacho en mostrar la forma en que hacía su trabajo. Los materiales principales: papel, cartón y engrudo. De un periódico arrugado y hecho bolas, se forma la cabeza, después el cuello, que pude ser corto o tan largo y delgado que para sostenerse requiere de un alambre. En seguida se plasma el cuerpo, de múltiples formas, como las que adquiría en segundos cada uno de los monstruos de su sueño.
Una vez formado el cuerpo del alebrije, se recorta cartón grueso para hacer las aletas, orejas, cuernos, uñas y dientes. Por último, utilizando pinturas de agua, Linares decoraba con delirantes colores el cuerpo, pintándole escamas, ojos y todos los detalles que hacen de sus alebrijes codiciadas obras de arte. El paso final es dar una capa de barniz para que el monstruito conserve sus colores.
Antes de morir, en el mes de Enero de 1992 a la edad de 86 años, don Julio dejo de hacer nuevos alebrijes, casi todos los que preparaba junto con su familia eran copias de los obras anteriores y no es que se le hubiera acabado el genio: “Es que pronto me iré a vivir con ellos —decía— y ya no quiero ofenderlos”.